Ya extrañaba tener sueños raros, pero éste surgió de tantos
problemas vividos.
Estaba yo entre un grupo de chicos en la playa. Lucía un día
bastante nublado y con viento, todos estaban en la arena excepto yo y otro
colega más que nos dirigíamos al mar.
Tocamos con nuestros pies la orilla y un poco de agua que
llegaba a razón de olitas cuando nos empezó a salpicar agua como si estuvieran
saltando; no le dimos importancia hasta que el agua salpicada ya aumentaba. Nos
viramos y yo esperaba ver algunos miembros del grupo molestando, pero la
sorpresa fue nuestra al ver a dos “Velociraptor*” (dinosaurios carnívoros ya
extintos).
Me asusté y lo único que hacía era caminar despacio para
atrás en pos de que no nos detectaran y nos comieran, pero eran muy astutos y
por cada paso hacia atrás que dábamos, éstos daban uno hacia adelante; sentía
su trompa áspera tan cerca que en cualquier momento iba a ser carne para ellos.
El chico que estaba conmigo abrió sus brazos a manera de
protegerme, pero yo sólo podía ver a esos animales relamiéndose, y en un abrir
y cerrar de ojos, el chico me dijo “¡Corre!” y salimos corriendo de la pequeña
orilla gritando y alertando a los otros del grupo y teniendo a los dos
dinosaurios persiguiéndonos.
Corriendo hacia el frente, vimos unas puertas abiertas y una
casa vieja, pero grande y no dudamos un momento en entrar y dispersarnos, pues
tenía en la entrada varios compartimientos, escaleras hacia arriba y hacia
abajo. Por dentro era aún más espacioso.
Tras de mí no fue nadie y los dos dinosaurios entraron, pero
se perdieron. Subí unas pequeñas escaleras y encontré muchos cuartos, pero ni
una sola persona.
Entré a uno muy oscuro. Alcancé a ver que tenía un balcón,
pero no llegué a dar un tercer paso porque se aclaró el cuarto y vi a dos
mujeres. Una de ellas no se inmutó al verme ahí en ese cuarto, es más, como que
le confortó y sin esperar nada, se me acercó y me dijo que la acompañe a ver el
balcón.
Yo había invadido su espacio así que no me pareció malo
estar ahí con ellas, pero la que me intrigaba era la otra mujer. Parecía estar
bastante alterada y tenía un extraño lápiz amarillo que se lo ponía en las
mejillas. La quedé viendo y así con la cara embarrada se me acercó diciendo que
yo tenía que ponerme el lápiz así como ella.
Me pareció un poco loco y me hice para atrás cuando ella me
acercó el lápiz a la cara, pero la otra mujer me sostuvo y me dijo que era necesario
para que me reconocieran.
Asentí a que me manchara el rostro con aquel extraño lápiz
aún poniendo en duda sus últimas palabras: “para que me reconocieran”. Mientras
me pintaba, o mejor dicho, mientras me embarraba de pintura, el cuadro se puso
aún peor. La chica que de por sí ya estaba alterada, empezó a temblar más y se
alejó, cuando hizo eso, la mujer que estaba alado mío hizo lo mismo. Estaba yo
de espaldas al balcón y ellas tapando la puerta por donde entré y única salida
para ponerse en un casi ataque de epilepsia. Temblaban demasiado y fue cuando
vi que estaban cambiando para convertirse en dinosaurios. En los velociráptor
que minutos antes me habían atacado en la espalda.
Y hablaban.
“Con esa mancha en su cara, sabemos que eres tú, y que te
podemos comer” me dijo uno de los dinosaurios.
Estaba asustada y perpleja. ¿No que los dinosaurios se
habían extinto? Ahora más que nunca creía que eso no pasó jamás y vivían como
segunda identidad en algunas personas y para mi mala suerte yo estaba encerrada
con dos de esos y hasta marcada para que disfruten comiéndome.
Afortunadamente estos seres no tienen mucha inteligencia, y
al abalanzarse hacia mí, se fueron de largo para donde estaba el balcón, y la
que estaba como loca, cayó por ahí, la otra sólo se golpeó ya que yo me tiré
para delante a lo que me trataron de caer encima, y corrí a la puerta y salí de
ese endemoniado lugar, pero el dinosaurio que no cayó, me seguía aún y subí
escaleras y vi muchas puertas cerradas, pero no podía detenerme, tenía que
salir viva de eso. Subí unos cuántos escalones más y abierto ante mí un cuarto
pequeñísimo. No sabía si ahí habían más dinosaurios, pero ya encontraría la
manera de resolver si eso sucedía, ahora sólo quería descansar y asimilar lo
que había pasado.
Entré y cerré la puerta con un portazo con tanta fuerza que
caí a una cama que estaba cerca de la puerta. Por detrás de la puerta me decía
el dinosaurio que no pudo comerme: “Ahí dentro te irá peor”. Me asusté, pero
¿qué más podía hacer? ¿Salir y entregarme al dinosaurio de fuera? , ¿y si todo
lo que decía era una broma? No podía arriesgarme.
Me senté en la cama y vi todo mi alrededor. Parecía el
cuarto de una chica debido al extenso color rosa que predominaba y era muy
pequeño, pero ordenado. Alado de la cama había un velador con una lamparita
prendida y frente a estos, un ventanal.
Parecía no haber nadie y me tranquilicé aunque esto fuera
momentáneo pues el ventanal se abrió y temí que los dinosaurios aparecieran por
ahí a comerme, pero sólo pasó un señor muy alto.
Se sorprendió de verme y lo primero que me dijo fue que no
debía estar en el cuarto de un hombre. Yo le dije lo que me pasaba y le pedí
que me deje quedar un rato más y evitaría ser un problema.
Él me miró nada más y se sentó en una silla que había por
ahí. Me dijo su nombre (que era como Dres) y que no me dejara engañar.
Con eso me dio a entender que él también tenía un secreto y
que era el de convertirse en un dinosaurio, pero parecía tan calmado que dudé
en ese instante.
Conversamos, pero al rato se escuchaban golpes en el
ventanal. Eran los dos dinosaurios de antes que le exigían que me entregase,
que yo tenía la marca de haber sido encontrada por ellas.
Yo le supliqué que no me hiciera eso, que tenía mucho miedo
y no quería ser comidilla. Él sólo miró el ventanal y me dijo que lo acompañe.
Abrió el gran cristal y se vio un patio increíblemente abajo. Siquiera habían
unos doscientos escalones en la gran escalera que conectaba la parte alta con
el suelo del patio.
Al pasar el ventanal, había un espacio no tan ancho que
rodeaba todas las habitaciones, es decir, todas las habitaciones tenían ese
balcón que daba lugar al patio de la gran casa, y para colmar todo el
dinosaurio que había caído, seguía allá abajo preguntando por su presa que era
yo.
Dres, el señor que estaba conmigo, me dijo que no tema,
entonces bajó las escaleras tan rápido y yo iba tras él pues el otro dinosaurio
no me daba confianza y fue cuando vi al señor tan calmado, estar en el suelo
del patio, muchos metros abajo, convertirse en el exótico y fenomenal
Tyranosaurio rex.
Era inmenso y majestuoso.
Y estaba de mi lado.
Me desperté.